sábado, 6 de junio de 2015

De como Anacleta perdió su virginidad y otros demonios

Todo estaba listo, ya nada podía detener el nacimiento de Anacleta, era el momento para quitarle su virginidad y ponerla a rodar por las calles de Medellín.
Era un lunes al mediodía cuando fui por ella, contaba las horas para ver sus ruedas en el pavimento; solo había un problema: mi última experiencia en la bicicleta.

Como no tenía casco, pito, reflectivos ni nada de eso tomé la decisión de montarla en un taxi hasta el barrio Provenza, allí compraría todo lo necesario para sentirme más seguro, el barrio quedaba a algunas cuadras de mi casa, entonces todo estaba listo.
Me bajé del taxi, desplegué a Anacleta en el pavimento y me fui montado en ella con la inseguridad característica de padre primerizo.

Llegué a la tienda  y como ñoño que soy le dije al administrador.
- ¿Soy virgen de bicicleta, y este es mi nuevo medio de transporte, que coños es lo que necesito, además de un casco? el man no sabía si reírse o gozarme, sin embargo me ofreció que el guante, el casco, el candado, y la campanita coqueta para pitarle a la gente que se atravesaba en las calles (en otra entrada hablaré de los jijuepuercas atravesados).

Compré casi todo lo necesario, me quedó faltando un moral para la parte trasera de Anacleta y comprar lo básico de la herramienta; aunque aún no se cual cable hace qué o que tornillo aprieta que, pero uno nunca sabe cuándo va a necesitar una llave bla bla bla (no se su nombre y aparentemente es muy necesaria).

 Por fin era el momento de irme para mi casa en Anacleta, ya tenía "todo el equipamiento" necesario para poder transitar un poco más protegido de tanto atarván que hay en la calle. Empecé un poco tímido y luego empecé a pedalear como gamín, es decir parado y moviendo la bicicleta de un lado para otro. Al principio me pareció lo más de entretenido, recordé mis hazañas en las lomas de Manizales y como montaba bicicleta hasta el cansancio. Llegó el momento más temido, la subida de la loma de la casa, pero estaba súper confiado en su componente eléctrico, tanto que decidí acortar distancia y subirme por una pared a lo Spiderman (OH ERROR) no solo se me apagó la bicicleta sino que además llegué "juagao" en sudor a la casa. Pero llegué.

Dejé a Anacleta en la sala de mi casa y me fui para mi cuarto. me senté en la cama con la lengua afuera del cansancio y me dije a mi mismo: mi mismo la cagamos. Qué carajos hiciste? sabés que no tenés el estado físico para montar en bicicleta y aun así tomaste la decisión de comprate una, LA CAGASTE. Me senté un rato en la cama y después de meditarlo un rato y decidí darle otra oportunidad, esta vez con ropa más comoda (el teni y la loneta) y así me fui para la casa de mi madre. En esta ocasión fue una experiencia religiosa, me di cuenta que el problema no era Anacleta o mi estado físico, el problema era la ropa que llevaba puesta (el Jean más pegado y poco flexible del universo).

Esta segunda oportunidad con Anacleta me volvió la ilusión de que si es posible moverse en las lomas de la ciudad en bicicleta. 

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